Fecha: 26/03/2025
Cada día, el equivalente a 2.000 camiones de basura llenos de plástico llega a nuestros océanos, ríos y lagos. Y no se trata solo de los plásticos que podemos ver flotando en el agua, como botellas, tapones, pajitas, etc., sino de partículas mínimas de plástico que, aunque no se notan a simple vista, contaminan tanto o más que aquellas que sí podemos ver fácilmente. De hecho, según el Programa para el Medio Ambiente de la ONU (PNUMA), cada año entre 19 y 23 toneladas de desechos plásticos se filtran en nuestros ecosistemas acuáticos.
¿Qué son los microplásticos?
Se les llama así a las partículas plásticas de menos de 5 milímetros de largo. Algunos son fabricados de ese tamaño desde el comienzo (aunque éstos ya han sido prohibidos en casi todo el mundo), y otros provienen, por ejemplo, de la ropa de material sintético, que desprende microfibras plásticas al ser lavada. Pero la mayoría son el resultado de la descomposición de piezas de plásticos de mayor tamaño.
Desde que se comenzó a estudiar la presencia de microplásticos en el medio ambiente, los científicos han encontrado evidencia de ellos en prácticamente todas partes: desde los océanos, por supuesto, hasta las nubes y el hielo ártico, pasando por los alimentos que ingerimos a diario (como el pescado, el marisco y los vegetales) y hasta el aliento de los delfines, según un reciente artículo del New York Times.
¿Por qué son peligrosos los microplásticos?
El plástico, y en particular los microplásticos, suponen una amenaza importante para el medio ambiente y para la biodiversidad terrestre. Pero, además, cada vez se hace más evidente que también tienen un efecto nocivo en nuestra salud.
Aunque aún se está analizando hasta dónde pueden afectarnos los microplásticos, estudios recientes sugieren que estas partículas podrían aumentar la probabilidad de sufrir eventos cardíacos, distorsionar nuestro sistema endocrino y hasta impactar el funcionamiento del cerebro.
Además, parece que nadie se salva de ellos: así como los delfines, también los seres humanos inhalamos y consumimos microplásticos a diario. Según Statista, una persona llega a consumir entre 74.000 y 211.000 partículas de microplásticos cada año.
El Tratado Global sobre Plásticos
Las negociaciones para finalizar este histórico acuerdo, que regularía la producción de plástico en todo el mundo (así como la gestión de los residuos plásticos), han estado en marcha desde 2022 y se esperaba que finalizaran en 2024. Desafortunadamente, no fue posible llegar a un acuerdo a finales del año pasado. Así, la continuación de las negociaciones es una de las tareas pendientes más importantes del ámbito medioambiental para este 2025.
Aunque es evidente que la verdadera solución al problema del plástico está en la regulación de su producción, mientras se llega a ese tan esperado acuerdo hay quienes han buscado soluciones que pueden ponerse en práctica ya mismo.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia, por ejemplo, han comprobado que el uso de pavimentos permeables en las ciudades permitiría reducir hasta en un 94 % los microplásticos que llegan al medio ambiente a través de las escorrentías urbanas.
El Irlandés Fionn Ferreira, por su parte, desarrolló un método de ‘limpieza’ de microplásticos que utiliza aceite vegetal, óxido de hierro e imanes. Wasser, una organización sin fines de lucro fundada en 2020, promete que su metodología es capaz de retirar el 95% de los microplásticos del agua.
Así, y aunque el avance del Tratado Global siga siendo de vital importancia, los científicos, innovadores y emprendedores del mundo se le miden al reto, conscientes de que, aún si prohibiéramos su producción hoy mismo, el plástico puede permanecer en el medio ambiente durante miles de años.