Fecha: 13/02/2023
Los gases de efecto invernadero (GEI) siguen siendo nuestra gran preocupación climática. A pesar de esfuerzos y reformas, continúan aumentando a nivel global. Y mientras más emisiones de GEI, mayor el riesgo de que no podamos controlar el ya desbocado calentamiento global.
Desde hace décadas el mundo ha buscado maneras de frenar sus emisiones para evitar esos 2 °C de calentamiento de los que nos han advertido los científicos. Una de ellas son los mercados de carbono.
La idea de luchar contra el cambio climático a través de un mercado obligatorio de carbono fue propuesta inicialmente por el Protocolo de Kyoto en 1997. Hoy también existen los mercados voluntarios, a través de los cuales empresas e individuos pueden compensar sus emisiones de CO2 y reducir su impacto medioambiental.
¿Qué son los mercados de carbono?
En resumen, son sistemas comerciales en los que se venden y compran créditos de carbono. Cada crédito de carbono equivale a una tonelada de CO2 que se ha reducido, secuestrado del ambiente o evitado.
Existen dos tipos de mercados de carbono. Los obligatorios y regulados, como el de la Unión Europea (creado en 2005 y reevaluado en diciembre de 2022), afectan a países e industrias específicas y sus normas son establecidas por organismos como la EU.
Por su parte, los mercados de carbono voluntarios fueron creados para empresas e individuos que desean compensar su huella ambiental; básicamente, al adquirir créditos de carbono están financiando proyectos de absorción y captura de CO2, como protección de bosques naturales o siembra de árboles.
Surgen preocupaciones
Los mercados de carbono surgieron como una vía de transición hacia la emisión cero de las industrias más contaminantes, que no podían viablemente eliminar sus emisiones de manera inmediata. Ahora que las energías renovables son cada vez más accesibles, ese proceso de transición debería estar más al alcance.
Por eso, por ejemplo, la UE ha aumentado sus exigencias respecto al porcentaje de emisiones que las diferentes industrias deben reducir de aquí a 2034. También se ha comenzado a regular mejor los mercados de créditos de carbono, ya que surgen preocupaciones como la doble contabilización, el greenwashing y los abusos de derechos humanos.
En una columna para el New York Times, el líder bribri Levi Sucre Romero pone sobre la mesa una gran preocupación: cómo la falta de regulación en dichos mercados permite la explotación de los pueblos indígenas, principales protectores de nuestros recursos naturales.
Sucre Romero es coordinador de la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques, y en el Times habla sobre cómo los proyectos de protección de bosques financiados por los créditos de carbono muchas veces carecen de transparencia y dejan a los indígenas sin derechos legales sobre sus propias tierras. Sucre Romero es tajante en su columna, comenzando por el titular: “No estamos aquí para expiar tus pecados climáticos”.
Así, los mercados de carbono presentan oportunidades y beneficios, pero únicamente si son regulados y monitorizados correctamente por entidades que garanticen su funcionamiento ético. Para Sucre Romero, eso implica involucrar activamente a los pueblos indígenas. Se esté o no de acuerdo con el líder bribri, está claro que, como en el resto de nuestros mercados globales, son necesarias normas estrictas y entidades que las pongan en práctica para hacer de los mercados de carbono una fuerza de bien.