Fecha: 13/05/2024
Colombia, Brasil, Costa Rica, México, Chile… Estos países tienen en común algo más que ser parte de la región de Latinoamérica y el Caribe. Todos ellos han desarrollado en los últimos años importantes proyectos de transformación de espacios públicos a través de la inclusión de infraestructuras verdes.
Este tipo de proyectos, llamados corredores verdes o corredores ecológicos, son esenciales en la región por su doble función ecológica y social. América Latina y el Caribe es una zona especialmente vulnerable a las consecuencias del cambio climático, que afectan a las personas y la naturaleza por igual. Los corredores verdes en las grandes ciudades le devuelven a los ciudadanos el uso de los espacios públicos y ayudan a controlar la polución, la degradación de la biodiversidad, las altas temperaturas y la crisis hídrica.
Ciudad de México: más verde, más gente, más agua
En esencia, los corredores verdes son espacios urbanos lineales que ofrecen servicios ecológicos, sociales y culturales. Puede tratarse de rieles de tren abandonados, o canales de agua que atraviesan una ciudad, que son transformados con ‘infraestructura verde’ para darles un nuevo uso sostenible.
Es el caso del Parque Lineal Ferrocarril de Cuernavaca, en Ciudad de México. En 2016 comenzó el proceso de convertir 4,5 kilómetros de lo que fue el camino del histórico ferrocarril en un bosque urbano. Todas las plantas y árboles que se utilizaron son endémicas de la zona y fueron elegidas por su capacidad para crear un ecosistema autosostenible.
El parque lineal, además, fue diseñado para promover el drenaje y la recolección de agua, que luego es utilizada durante los meses de sequía. Al conectar 22 barrios de la ciudad, se calcula que el parque beneficia a unas 50.000 personas, además de proteger la biodiversidad local y mejorar la calidad del aire.
Ciudades y personas más saludables
Los corredores verdes, idealmente, deben conectar los distintos espacios verdes de la ciudad, de manera que se cree una especie de red urbana de naturaleza en la que puedan prosperar la flora y fauna local, pero también las personas. Y es que este tipo de espacios verdes son ideales para instalar áreas públicas de entretenimiento, vías peatonales y de ciclismo, espacios culturales y jardines o huertas urbanas.
Los beneficios para las personas de estar en contacto con la naturaleza son cada vez más evidentes, además de que estos corredores invitan a caminar más, lo que impacta positivamente la salud de las personas y reduce el uso del carro.
Por otro lado, los corredores ecológicos cumplen una función cada vez más importante en un mundo amenazado por el calentamiento global. Las temperaturas globales van en aumento año a año, lo que se nota aún más en las ciudades gracias al efecto ‘isla de calor urbano’, que implica que las grandes ciudades sufren temperaturas más altas que las de las zonas colindantes.
Medellín, caso de éxito
Ejemplos como el de Medellín han demostrado que los corredores verdes pueden ayudar a disminuir la temperatura de una urbe en varios grados. Conocida como la ciudad de la eterna primavera, en los últimos años Medellín estaba registrando temperaturas bastante por encima de la norma, poniendo en riesgo su famoso clima templado.
En 2016 se lanzó el primer proyecto de corredores ecológicos para contrarrestar este efecto. A día de hoy existen más de 30 corredores que conectan zonas verdes, jardines verticales, parques y canales de agua en toda la ciudad gracias a las cientos de miles de plantas y árboles que se han plantado.
En los primeros tres años del proyecto la temperatura en Medellín disminuyó en 2°C, y se proyecta que continuará disminuyendo hasta 5°C en las próximas décadas, incluso teniendo en cuenta el cambio climático. Otro de los grandes efectos de los corredores ha sido la considerable disminución de la polución en la ciudad y, por tanto, la mejora en la calidad del aire.
Otras ciudades de la región, como San José de Costa Rica y Santiago de Chile, también han puesto en práctica la teoría de los corredores ecológicos con mucho éxito. En San José, por ejemplo, se crearon 25 km de infraestructura verde lineal a lo largo del río para ofrecer un santuario para la rica biodiversidad local, y para las personas. En Santiago, el Proyecto Mapocho conecta distintas áreas de la ciudad a través de un corredor lineal verde de 42 kilómetros.
Son apenas algunos ejemplos del trabajo que se está haciendo en la región para conseguir ciudades más resilientes ante las amenazas del calentamiento global, lo que ayudará a proteger a animales, plantas y personas por igual.