Fecha: 17/10/2022
Desde su invención en la década de los cincuenta el plástico se ha instalado en casi todos los aspectos de nuestra sociedad y economía. Y cada vez más dependemos de él; de hecho, se estima que la producción global de plásticos aumentó de 2 millones de toneladas en 1950 hasta aproximadamente 400 millones en 2018. Y, sin embargo, sabemos que es uno de los materiales que más daño causa al medio ambiente, y en particular a las aguas del planeta, a donde va a parar una enorme cantidad de desechos plásticos.
La situación es crítica y las cifras lo dicen con elocuencia: se estima que más de 8 millones de toneladas de piezas de plástico llegan cada año a los océanos; estamos hablando del equivalente al peso de 800 veces la Torre Eiffel, o al de 14.285 aviones Airbus A380, según datos de Greenpeace.
De hecho, la Fundación Ellen MacArthur ha alertado de que para 2025 el mar puede llegar a contener una tonelada de plástico por cada tres toneladas de pescado vivo. Si no revertimos esta tendencia, para 2050 habrá en peso más plásticos que peces en el mar.
Plásticos de un solo uso: el mal mayor
Botellas, tapones, envoltorios, bolsas de supermercado, pajitas, mascarillas, etc. Todos estos son plásticos de ‘usar y tirar’ que, como su nombre indica, apenas son útiles por un corto periodo que contrasta con los cientos de años que tardan en degradarse. Uno de los primeros pasos que podemos tomar para reducir nuestro impacto ambiental, entonces, es eliminar el plástico de un solo uso de nuestras vidas.
Pero no es tarea fácil. En palabras de José Luis Gallego, conocido divulgador científico y autor del libro “Plastic Detox”: “Vivir sin plásticos es una utopía. No hay que instalarse en el ‘buenismo’, sino en el ‘posibilismo’, y esto consiste en sumar voluntades entre todos, desde el sentido común”.
De este modo, aunque seamos conscientes de que aún dependemos enormemente del plástico, podemos tomar ciertas medidas sencillas para minimizar la contaminación por plásticos de nuestras aguas.
Reducir, reutilizar, reciclar
Estas tres ‘R’ ecológicas son el mantra de quienes quieren ayudar a cuidar el medio ambiente. Reducir el uso de plásticos siempre que sea posible, reutilizar los contenedores plásticos que no se puedan evitar y, por último, reciclar correctamente los plásticos que consumimos.
Consumir con conciencia
Existen cada vez más opciones libres de plástico entre los productos que utilizamos a diario. Por ejemplo: puedes elegir un cepillo de dientes de bambú en lugar de uno plástico, o los champús sólidos en lugar de los de toda la vida. ¿Por qué? Porque los champús en barra requieren menos agua para su elaboración y no vienen en empaques de plástico.
También hay que estar atento a los productos plásticos menos evidentes, como los textiles. Se estima que en apenas un lavado una prenda de fibra sintética puede liberar 2.000 microplásticos que terminan en el agua. Existen opciones como las bolsas de lavado de Guppy Friend, que evitan que los microplásticos de tu ropa terminen en los ríos y océanos. Además, puedes optar por utilizar fibras naturales que requieren menos agua para su elaboración, como el algodón orgánico.
Educarse y educar a otros
Si bien todos parecemos entender el problema ambiental y económico que los plásticos presentan, pocas veces esta preocupación entra en nuestras conversaciones diarias. A veces es tan fácil como compartir tips para reducir el uso de plástico, o recomendar opciones eco amigables a nuestros conocidos. El cuidado de las aguas del planeta es un tema que nos toca a todos y que debería despertar nuestro interés. Si logras crear conciencia en una sola persona a tu alrededor, ya habrás hecho mucho.
Ser activistas
No hay que protestar o marchar para ser un activista ambiental. Estar al tanto de y participar en las actividades globales y locales que se organizan alrededor de la limpieza del agua es también una forma de activismo. Por ejemplo, el 17 de septiembre se celebra World Cleanup Day 2022, en el que participan 191 países con diversas actividades para limpiar los ríos y océanos.