Fecha: 31/10/2024
Ecología. Una palabra que durante los últimos años se ha ganado un lugar cada vez más prominente en nuestro vocabulario cotidiano. Y, sin embargo, muchos de nosotros la utilizamos sin conocer realmente su significado.
La ecología es la ciencia que estudia el vínculo entre los seres vivos y el entorno que los rodea, y su nombre viene de las palabras griegas ‘oikos’, que quiere decir ‘hogar’, y ‘logos’, que significa ‘estudio’. Así, la ecología es el ‘estudio del hogar’. Un nombre apropiado para el análisis de este gran hogar común, nuestro planeta.
Cada 1 de noviembre celebramos el Día Mundial de la Ecología para subrayar la importancia de esta disciplina y recordar que las relaciones entre los seres vivos y sus medios son fundamentales para su supervivencia; incluida, desde luego, la de los seres humanos.
En un mundo en el que cada vez es más evidente el desequilibrio entre las personas y su entorno, es interesante tomar este día como un recordatorio de que debemos y podemos cambiar actitudes y generar acciones centradas en el medio ambiente para poder moldear un futuro mejor.
Moderar y repensar
Resulta imposible pensar en la ecología sin tomar en cuenta el impacto de las actividades humanas sobre el planeta y los demás seres vivos que lo habitan. El calentamiento global, la deforestación, la desertificación y la consecuente pérdida de biodiversidad, el calentamiento de los océanos, el aumento de los desastres naturales… Todos estos eventos globales nos indican que las personas estamos teniendo un impacto desmesurado sobre nuestro entorno que genera una serie de consecuencias negativas.
Está claro que necesitamos moderar y repensar nuestra manera de relacionarnos con nuestro ‘hogar-planeta’ si pretendemos crear un futuro sostenible. Esto implicaría desde cuestionar el actual modelo económico global hasta reflexionar sobre nuestra relación individual con nuestro entorno.
Sabemos que la economía global, hoy en día, se basa en un modelo que utiliza los recursos naturales sin freno y produce una cantidad de residuos que somos incapaces de gestionar. América Latina como región estaría especialmente interesada en alejarse de este modelo, ya que alberga una riqueza natural casi sin comparación en todo el mundo, de la que dependen cientos de miles de personas a nivel local, y muchas más a nivel global.
Una cuestión de supervivencia
Preservar nuestro entorno es, realmente, una cuestión de supervivencia en América Latina. Sin embargo, históricamente la región ha optado por un modelo económico extraccionista, es decir, ha explotado sus recursos naturales para garantizar su desarrollo económico; hablamos, por ejemplo, de la minería, el petróleo y la agricultura intensiva.
La riqueza natural de Latinoamérica aún puede ser una fuente de riqueza económica para la región, pero solo si sabemos preservarla y aprovecharla a través de innovación y creatividad. Una manera de hacerlo sería dando un giro hacia un modelo de producción de ciclo cerrado, en el que el reciclaje y el aprovechamiento de residuos jueguen un rol esencial.
En lugar de recurrir a las materias primas para producir los bienes que necesitamos, podemos optar por reciclar bienes ya existentes. Es el caso de los embalajes hechos a partir de la pulpa del papel reciclado, o de los textiles producidos a partir de los desechos de la industria de la moda; también es el caso de la transformación de botellas de plástico en ropa, zapatos y empaques nuevos.
Esta manera de producir no solo reduce la explotación de los recursos naturales no renovables, sino que también ayuda a controlar el problema de los desechos y la contaminación, que amenazan los ecosistemas de todo el mundo, y particularmente los de países como Chile y otros en América Latina.