Fecha: 12/07/2023
Tener conciencia ecológica puede resultar abrumador cuando nos paramos a pensar en todas las áreas de la naturaleza que se ven afectadas por nuestras actividades. Solemos preocuparnos por el cambio climático, o por la contaminación de las aguas y la protección de la biodiversidad en las selvas tropicales; sin embargo, dedicamos mucho menos tiempo a pensar en la salud de los suelos.
Este no era el caso para el doctor Hugh Hammond Bennett, un investigador estadounidense que dedicó su vida al cuidado de los suelos y a encontrar modos de hacerlos más productivos sin perder su integridad y equilibrio medioambiental. Por eso cada año se celebra el Día Internacional de la Conservación del Suelo en su honor.
Los suelos sanos están en la base de muchas de nuestras preocupaciones medioambientales. Cuando los suelos están en buen estado pueden ayudar a mitigar el cambio climático, conservar la calidad del agua y proteger la biodiversidad.
Suelos de calidad, aguas de calidad: El suelo actúa como un filtro natural que retira contaminantes e impurezas del agua, pero cuando está degradado o contaminado, los sedimentos y contaminantes son arrastrados hasta los ríos, lagos y otras fuentes de agua.
Almacenamiento de carbono: Los suelos sanos son un arma importantísima en la lucha contra el cambio climático. Como los océanos, los suelos actúan como sumideros de carbono, es decir, almacenan CO2 de la atmósfera y ayudan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Un hogar para los más pequeños: Las bacterias, hongos, insectos, gusanos y otros microorganismos viven en el suelo y lo ayudan a mantenerse sano, fértil y en equilibrio.
Agroecología y Conservación
La reforestación y la forestación (plantar especies forestales en un terreno donde no había árboles hasta entonces) son excelentes medidas de conservación del suelo. Ambas promueven su salud y pueden ayudar a combatir la desertificación, un fenómeno que ocurre cuando una tierra fértil se convierte en desértica como consecuencia de la actividad humana o del cambio climático, entre otras razones.
La desertificación es apenas una de las muchas amenazas que enfrentan los suelos, como lo son también la acidificación, la erosión y la compactación. Por eso son tan importantes las normativas medioambientales, la correcta gestión de residuos y la implementación de técnicas de conservación del suelo.
La agricultura sostenible es igualmente esencial para mantener los suelos sanos. Necesitamos los suelos para alimentos, fibra, combustible y mucho más, pero la agricultura intensiva degrada los suelos y agota los nutrientes que los vuelven fértiles. Es allí donde entra la agroecología, o la práctica de aplicar los conceptos y principios de la ecología al cultivo de alimentos.
En América Latina, donde se encuentran algunas de las mayores reservas de tierras de cultivo del mundo, varios países ya han aplicado métodos agroecológicos con éxito. En Cuba, Bolivia y Ecuador, por ejemplo, ya existen marcos legales que apoyan este tipo de uso de la tierra. Y en países como Argentina, Colombia y Perú algunos pequeños productores y comunidades indígenas ya aplican los principios de la agroecología para sacar el mejor provecho de sus tierras, de la manera más sostenible.