Fecha: 01/06/2023
Cuando pensamos en la problemática de una sociedad tan dependiente del plástico lo que muchos imaginamos son las montañas de residuos acumulándose en vertederos, o la isla de plástico que crece y crece en el Pacífico. Pero el impacto dañino del plástico empieza mucho antes, desde su producción.
El plástico se fabrica predominantemente a partir del petróleo, un combustible fósil; por tanto, su producción genera gases de efecto invernadero y contribuye a la crisis climática. Y no en poca medida: se estima que, al ritmo actual, dichas emisiones podrían representar el 19% del total de emisiones permitidas por el Acuerdo de París en 2040 para limitar el calentamiento a 1,5ºC.
No sorprende, entonces, que este 2023 el Día Mundial del Medio Ambiente, que además celebra sus 50 años, se enfoque en crear conciencia sobre la importancia de reducir la producción y el uso de plásticos en nuestro día a día.
Abordar el problema con optimismo
A pesar de la dimensión del problema, sabemos que hay maneras de abordarlo con optimismo y pragmatismo. En palabras del autor y conocido divulgador científico José Luis Gallego: “Vivir sin plásticos es una utopía. No hay que instalarse en el ‘buenismo’, sino en el ‘posibilismo’, y esto consiste en sumar voluntades entre todos, desde el sentido común”.
Se podría empezar por identificar sectores y productos en los que se utiliza actualmente mucho plástico de un solo uso, y buscar modos de sustituirlo por materiales más amigables con el medio ambiente. Es el caso de la industria alimenticia, donde aún hay un camino cuesta arriba por recorrer para reducir el uso del plástico.
Afortunadamente, los avances de la ciencia juegan a nuestro favor y cada vez más surgen proyectos e ideas que rápidamente se convierten en alternativas concretas.
Alternativas realmente verdes
Los embalajes de pulpa de papel reciclado son desde hace años una excelente opción para el empaque y transporte de alimentos como huevos y frutas, pero también de botellas. De hecho, no solo son productos biodegradables, sino que su producción ahorra agua y electricidad, por lo que genera menos emisiones.
Más recientemente se han comenzado a explorar otras alternativas innovadoras. En Colombia, por ejemplo, un estudiante de ingeniería química aprovechó residuos del café para desarrollar empaques biodegradables que ‘cumplen su ciclo’ en entre 3 y 16 días. Aunque no puede utilizarse para alimentos que contengan alta humedad, el material podría ser ideal para alimentos deshidratados y otros productos secos.
Otros jóvenes emprendedores, esta vez de Reino Unido, Francia y España, desarrollaron un material nuevo que, además de biodegradable, es comestible. Lo bautizaron OHOO: es transparente, flexible, hecho con algas y biodegradable en seis semanas —en comparación, los plásticos pueden tardar cientos de años en degradarse, y cuando lo hacen se convierten en microplásticos, tan peligrosos y contaminantes como el producto original.
Los inventores de OHOO ya pusieron a la prueba su producto en la media maratón de Harrow, en Londres, donde en lugar de botellas de plástico se le ofreció agua a los corredores en saquitos biodegradables que podían beber y descartar, o incluso consumir.
En todo el mundo se continúa investigando maneras de sustituir el plástico, no solo con materiales nuevos, sino con otros basados en papel y cartón, que ya utilizamos, y que pueden ser integrados más ampliamente en decenas de sectores dependientes del plástico.